La sangre a la cabeza

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Cuaderno de viaje

   Hoy he llegado al fin del mundo y aquí el paisaje no se parece a ningún otro, continuamente se mezclan amanecer y anochecer, brillan a la vez sol y estrellas porque, no hará falta que les diga, más allá no hay horizonte. Aquí, a un solo paso de la nada. Aquí, donde no hay que tomar impulso para saltar al vacío.

   Hoy he llegado al fin del mundo y les recomiendo el viaje. El trayecto es largo, así que no lo demoren. Salgan ya de sus casas, ahora mismo. Les sugiero que no lleven equipaje. Vayan descalzos, cuando sus pies se endurezcan no encontrarán mejor zapato. Vayan sin ropa, quizá se avergüencen al principio pero lo agradecerán cuando vean cómo la desnudez aligera el peso de uno mismo.

   Hoy he llegado al fin del mundo y sé que dirán que miento: geólogos, astrónomos, cartógrafos reunidos en concilios ecuménicos pergeñando estrambóticas teorías que me desacrediten: dibujarán mapas, mostrarán esferas achatadas e inventarán palabras sin significado para que ustedes los crean cargados de razones. Pero lo único que quieren es ocultar que nunca llegaron a donde yo he llegado. Cobardes. No se fíen de ellos, salgan de sus casas y avancen recto. Ese es el camino. No se fíen de ellos si quieren llegar al fin del mundo. No se fíen de nadie si es que quieren llegar a donde yo llegué.

No se fíen de nadie, pueden creerme, no se fíen. Ni tan siquiera de mí.


2 Comments

  1. Mariano says:

    Bien, coño, bien.

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cotidiano apocalipsis

hay días que vale más no levantarse de la cama...